Clase del 2 y 7 de febrero
de 2018
En la clase del viernes,
leímos los blogs de Laura Viviana y Martina a través de las publicaciones que
hizo el profesor en Twitter. En su escrito, Martina nos contó el desastre
que había vivido momentos antes de la clase: un carro se había varado en la
entrada del parqueadero de la universidad y eso había hecho que ella se
demorara. Lo que ella no recordaba era que ese día la clase empezaba a las
11:30 por decisión de todos. Fue por esta anécdota que comenzamos a hablar de
la mala suerte y el profesor recordó la entrada de un blog de una estudiante
llamada Linda, que definitivamente tenía una historia peor.
Linda escribió su historia
de una manera muy divertida, publicó fotos que nos facilitaban entender todo lo
que vivió cuando tuvo que sacar su carro de los patios. Querida Linda, ¡te
compadezco! Entre todos nos reímos un rato y luego procedimos a hablar del
Taller 1 que está publicado en la página de la clase.
Cobos aclaró el término de
posverdad, que es un fenómeno que se da cuando las opiniones de un hecho
importan más que el hecho en sí, y se vuelven "la verdad” de todo. Ante
esto, una compañera quiso compartir en dónde ella evidenciaba la posverdad: el
Brexit. Según una amiga suya que vive en Inglaterra, la mayor parte de la población de es adulta, por lo que no suelen
estar tan informados como los jóvenes (que sí se la pasan en las redes sociales
y saben de actualidad). Esto hace que los adultos sean más propensos a
tergiversar los hechos y no informarse de la manera adecuada.
Gracias al taller y la discusión, concluimos que debemos
ser críticos con la información que recibimos. Esto implica desarrollar la habilidad necesaria
para saber cuándo una información es falsa. Según Cobos, nosotros podremos
distinguir esto a lo largo de la clase al examinar blogs o sitios web que venden
la información como verdadera y comparándolos entre sí. Precisamente, esta
habilidad se expresa en el contraste de fuentes.
En la discusión, hablamos de las personas que aun
creen que la tierra es plana y de Trump, el presidente de los Estados Unidos
que insiste en que el calentamiento global no existe. También salió a flote el
término “cibercondría”, la preocupación excesiva por la salud, porque es una condición que lleva a las
personas a buscar en internet indicaciones para automedicarse o simplemente
informarse sobre lo que les está pasando. Esta es una situación que nos exige
ser críticos y nos invita a no confiar en todo lo que encontramos en Wikipedia.
Posteriormente, Cobos nos preguntó: ¿qué hace que una página web salga de
primera opción en Google? Entre todos aportamos a la respuesta: el número
de visitas, el nivel de coincidencia con palabras claves, las veces que ha sido
compartida, la cantidad de dinero invertido (publicidad) y la cercanía geográfica
con el sujeto que investiga. El profesor nos explicó que el resultado en Google
es un algoritmo, una fórmula matemática que solo Google conoce y que el factor
más común es la publicidad, y esto significa que muchas veces la información
está sesgada.
Vimos un ejemplo sobre la publicidad en un video de
youtube: los dueños del negocio de lechona “Donde Jimmy” pudieron explotar su
negocio cuando se publicitaron a través de Google AdWords. La conclusión a la
que llegamos en la clase fue que puede que esta no sea la mejor lechona, pero
como es la primera opción, la gente entiende, sin pensar, que sí lo es y
compra más. Las personas no llegan más a fondo y se quedan con lo
primero que encuentran.
También hablamos de cómo en general la red utiliza
nuestros datos para ofrecernos todo lo que alguna vez nos interesó o lo que
alguna vez llamó nuestra atención porque fuimos directo a preguntarle al
buscador qué era o dónde lo conseguíamos. Así llegamos al término de “big data”,
que hace referencia a la información personal que se recopila por cada tecla que espichamos en el teclado y
aparece en internet.
A nuestra clase del miércoles 7 de febrero, ¡logré llegar
temprano! Bueno, antes de que el profesor hubiera empezado la clase. Salí 2
minutos antes de las 4 de mi clase de Conductismos y Skinner, y al parecer eso
hizo la diferencia. Ahí vamos mejorando. En esta ocasión no leímos ningún texto
sino que hablamos de los rankings de las universidades y las repercusiones que
estos tienen en la educación. Y no, en realidad no es una consecuencia
positiva. Aprendimos que la razón que tiene más peso al ubicar una universidad
por encima de otra es el número de publicaciones que ha generado, es decir, la
cantidad de conocimiento que ha producido la universidad para la comunidad académica.
Esto nos hace ver cuán importante es que una institución académica como la
nuestra no solo enseñe a la gente cosas que ya existen sino que produzca nuevo
material e investigue.
Para evaluar nuestra posición frente a las demás
universidades, sufrimos una gran decepción. Comparándonos con universidades
como la Nacional o la de Los Andes, la Javeriana tiene menos publicaciones, ¡y
ni qué decir de las universidades extranjeras! Esto nos da un índice de cómo es
la educación en Colombia, dijo el profesor Cobos.
Un aspecto que hay que tener en cuenta en las
publicaciones es el índice H de un autor, que es el número de veces en que ha
sido citado. Esto es importante porque un profesional puede publicar mucho pero
su texto puede no ser de tanta utilidad, y eso refleja la relevancia de su
trabajo para la comunidad académica, para otros profesionales, para los descubrimientos
nuevos y, en general, para la situación actual del mundo. Con esta idea en mente,
pasamos a leer un artículo muy interesante titulado: “La tiranía de las
publicaciones académicas”.
Este escrito habla sobre cómo los profesores de universidad
se sienten presionados a publicar y dar resultados con el fin de mantener su
prestigio y su posición en la universidad. "Publicas o
desapareces", cita el artículo. Ya no importa lo que publicas sino dónde y
cada cuanto, ahora a los investigadores se les mide por eso. Encontramos
un conflicto en esto porque un profesor podría descuidar su labor principal,
que es enseñar, por publicar miles de documentos en las bases de datos. Lo peor
de todo es que muchas veces se ve obligado a hacerlo, en vista de que la
universidad lo pone como condición al firmar el contrato: al menos tiene que
publicar 2 investigaciones por año.
En el texto, Flavio Salazar dice que, para un científico,
la única manera de cambiar el mundo es difundiendo su trabajo, no tanto el descubrir
cosas nuevas. Y allí es cuando yo me impresioné porque me dí cuenta de lo
tergiversada que está la profesión investigativa.
Tania Opazo, autora del texto, también resalta que
ahora los profesores dependen de lo que las famosas revistas por áreas publican
porque ellas deciden qué publicar y qué no, quién es valioso y quién no. Según
Cobos esta es la mafia detrás de las publicaciones académicas, llegamos a decir
que hay una constante “isificación” del conocimiento, toda una industria en
torno al conocimiento. Cuando hablamos de “isificación” nos referimos al Instituto
para la Información Científica (ISI), que fue creado para organizar las
publicaciones en torno a las más rigurosas.
Esta mafia también aparece cuando alguien pone como
coautor de un paper a un amigo para que
luego él haga lo mismo con otra publicación; o cuando se publica la misma
investigación con pocas diferencias en distintos idiomas, etc. También es
cierto que el afán por el triunfo y reconocimiento o por quedarse con el
trabajo lleva a las personas a publicar datos manipulados.
Con el artículo volvimos al término del índice H, allí
Opazo concluía que no es únicamente un asunto de vanidad, sino que
también determina la posibilidad que tiene un profesor de conseguir
financiamientos, becas y ascensos. Antes el profesional era contratado de
acuerdo al lugar en donde había hecho sus estudios o en qué actividades académicas
(debates, conferencias, congresos, etc.) había participado. Algunos tienen
currículum excelentes y no los contratan sólo porque no tienen ISI. Ahora la
investigación ha tomado relevancia, hoy publicar lo más que se pueda es una
prioridad, indica el texto.
El mal no solo le cae a los docentes sino también a la
ciencia en sí, porque el tiempo de revisión en una revista cotizada tiende a
ser muy largo, según el artículo puede durar hasta cuatro años y alrededor del
tres por ciento de los escritos se reciben. Es un mal a la ciencia porque, al
fin y al cabo, las personas no llegan a conocer tal investigación y la
información no se actualiza. Muchas cosas pueden pasar en cuatro años, sobre
todo se puede ver perjudicada la vida humana si se trata de un texto médico.
También hablamos de las complicaciones que surgen para
publicar desde una rama como la comunicación social. Según lo que leímos, es más
difícil porque hay menos revistas en el área y porque es una rama que no tiende
a presentar resultados exactos. Hoy la comunicación, al igual que las otras
ciencias sociales, pelea por tener las mismas puntuaciones que las
investigaciones científicas.
Entre otras limitaciones es que muchas publicaciones
están en español y que hay falta de recursos. Muchas de las publicaciones
no son abiertas sino que se tiene que pagar por ellas y esto hace que las
personas se vean limitadas a la hora de investigar e informarse para
situaciones hasta de vida o muerte.
Luego de hablar de esto, el profesor Cobos explicó el
contenido del primer manual de normas APA sobre los tipos de publicaciones. Allí
se aclara qué tipo de publicaciones existen y qué características las componen.
Al final hizo un pequeño reto en el que le preguntó a los estudiantes sobre el
tema expuesto. Le dio dos chocolates a las dos personas que contestaran
correctamente. Y así fue la primera vez que Cobos compró de mis chocolates con
el fin de promover un ambiente de competencia sana. ¡Gracias profesor!