Clase del miércoles 31 de enero de 2018
A esta tercera clase llegué justo a tiempo antes de que me llamaran en la lista del curso. Eran las 4 de la tarde y hacía mucho calor, venía de una clase en la que el sol traspasó las ventanas durante las dos horas que estuve dentro. El profesor Wilson sudaba en la nuca y yo estaba segura de que mis cachetes estaban colorados, pero nadie hizo nada. El calor era incontrolable y parecía como si todos se hubieran resignado. Salí del salón con el propósito de comprar un granizado, en este punto agua del dispensador no era suficiente para mí, necesitaba algo que equilibrara mi temperatura corporal.
A esta tercera clase llegué justo a tiempo antes de que me llamaran en la lista del curso. Eran las 4 de la tarde y hacía mucho calor, venía de una clase en la que el sol traspasó las ventanas durante las dos horas que estuve dentro. El profesor Wilson sudaba en la nuca y yo estaba segura de que mis cachetes estaban colorados, pero nadie hizo nada. El calor era incontrolable y parecía como si todos se hubieran resignado. Salí del salón con el propósito de comprar un granizado, en este punto agua del dispensador no era suficiente para mí, necesitaba algo que equilibrara mi temperatura corporal.
Pensé
en un granizado de café, de fruta, de lo que fuera. Solo quería algo frío.
Estaba en Básicas y me quedé pensando en dónde debía comprarlo, ya que lo único
cercano era Dunkin Donuts. Supuse que
le daría una oportunidad, jamás había comprado algo frío allí, era mi única
oportunidad si no quería llegar tan tarde a Información y Documentación. Wilson
se despidió a las 4 de la tarde, mi tiempo era corto. Salí corriendo, repetí el
mismo recorrido al bajar las escaleras durante unos minutos mientras bajaba del
sexto piso. Cuando llegué, sentía que el tiempo pasaba más lento, eso suele
pasar cuando uno tiene afán. Delante de mí una pareja hizo su pedido por
separado, me empecé a desesperar.
Tuve
el tiempo para observar los productos disponibles y no encontraba algo similar
a lo que quería así que cuando llegué al mostrador le pregunté a la cajera: “¿Qué
es lo más parecido que tienes a un granizado?”, ella respondió el nombre de un producto
que no pude entender ni pronunciar. Antes había visto que vendían un estilo de
jugo frío de frutas, le pregunté por ese ya que su respuesta no me había
convencido mucho. “Ese no lo tenemos disponible aún”, respondió. En mi afán, le
dije que me diera el que me recomendó. La señorita me dijo: “¿Con chocolate o
caramelo?” Esa pregunta se me hizo muy rara, no tenía tiempo para pensar así
que le dije que chocolate. Esperé, me dio malgenio porque la otra señorita se
tomó todo con mucha calma y se demoró lo que quiso. Al final me entregó mi
bebida en un envase para líquido caliente, como si fuera un cappuccino y
pronunció el nombre del producto más la palabra “caramelo”. Quedé atónita y
confundida a la vez. De nuevo, no tenía tiempo para pensar, así que me fui. Di
4 pasos hacia adelante y mi cabeza decidió cuestionar el suceso: no solo me habían
dado la bebida sin chocolate sino que estaba hirviendo, igual que mi
temperatura corporal.
Decidí
devolverme a reclamar porque estaba molesta, lo malo es que reclamé por lo que
no era: “me entregaste uno de caramelo, no de chocolate”, dije. Peleé por lo menos importante, pero sentí que llamar
la atención por un producto que no quería y pedí sería confuso. Las señoritas
me miraron preocupadas, no sabían qué hacer, la cajera miró a la otra con
molestia porque había hecho todo mal. Ojalá yo hubiera sido capaz de decirle a
la cajera que la que no había entendido había sido ella.
La odié
porque no entendió absolutamente nada de lo que le había dicho. Pensé en todas
las maneras en las que se puede tergiversar la palabra “granizado” y no tuve éxito.
Sentí rabia hacia el mundo. No podía botarlo, no tenía tiempo para comprar algo
diferente y no podría calmar mi sed y calor. Tenía que correr hacia el otro
extremo de la universidad, ritual que me acaloraría aún más e iba tarde.
En
fin, llegué a clase justo a tiempo. Me tuve que tomar ese café dulce y caliente
a las malas. El profesor Cobos inició respondiendo algunas preguntas del control
de lectura que había dejado la clase anterior. Primero hablamos de la metáfora “navegar
por Internet” mencionada en el texto de Marciales. De acuerdo con la metáfora,
definimos los tres puntos para organizar mejor el análisis: la finalidad del
viaje, la ruta elegida y el puerto de llegada.
La
segunda pregunta que aclaramos del cuestionario fue la diferencia entre la
competencia digital y la competencia informacional. Según la discusión que
tuvimos, la competencia digital es la habilidad técnica que tiene una persona para manipular
la herramienta, en este caso el computador y la web. Prácticamente es una habilidad
operacional, es saber hacer. Por
otro lado, la competencia informacional equivale a la habilidad para
darle un buen uso a la información, para manipular el conocimiento. Cobos
explicó que la información está en la web, pero depende de nosotros qué tan
buen uso le damos. Es decir, sí hay muchas páginas web pero si no sabemos
buscar con cuidado y formular criterios de selección claros, nunca podremos
acceder a contenidos válidos y útiles. En este caso, tener una competencia
informacional implica “aprender a aprender” o “saber saber”. Otro
aspecto importante de este concepto es que la persona pueda y sepa producir
contenidos propios. En este punto el profesor nos introdujo a la prosumers, que somos los que consumimos y
además producimos información.
En algún
punto de la discusión surgió la idea de darle un uso ético a la información,
como parte de la competencia informacional. El profesor Cobos aclaró que eso ya
sería más una competencia académica. Luego de esto, el profesor nos enseñó a
crear un formulario en Google Drive, pues es una competencia digital que nos
será de mucho uso a lo largo de nuestras vidas. Aprendimos sobre los diferentes
tipos de respuesta que podemos incluir en el formulario como selección múltiple,
desplegable, cuadrícula y escala. Posteriormente Cobos nos pidió que creáramos
un formulario con el objetivo de tantear si las personas tienen competencias
informacionales. Dicho esto mpezamos a construirlo en parejas. En mi caso
buscamos que todas las preguntas nos permitieran evaluar fácilmente estas
habilidades. Es decir, que si el encuestado respondía 10 de 10 “correctas”
significaría que cuenta con dichas competencias. Para lograr esto pusimos
muchas preguntas de “sí” o “no”. Por ejemplo: “¿Usted pasa de la primera página
al buscar en Google?”, “¿Usted conoce los parámetros que hay que tener en
cuenta a la hora de citar?”, “¿Usted usa esos parámetros frecuentemente?”, “¿Usted
produce contenido para público masivo?”
Finalmente,
Cobos nos explicó la importancia de que un comunicador tenga redes sociales, en
especial Twitter. Es por esto que nos pidió que le enviáramos el enlace de las
bitácoras por allí, nos dijo que nos obligara a tener Twitter, por lo menos
para la clase. Nos preguntó cuántos de nosotros teníamos una cuenta allí, yo,
por mi lado, sí tengo pero la dejé abandonada porque solo la usé con motivos de
fangirl, es decir, solo la usaba para
seguir a mis cantantes favoritos y para tener muchos seguidores sin razón,
nunca produje un contenido propio. Según Cobos, Twitter nos permite tener
muchos contactos que nos pueden servir en el futuro. ¡Por medio de esta red
podríamos hasta conseguir un trabajo!
La clase
acabó a las 6:00pm y nuestra tarea para el viernes era hacer las últimas dos
bitácoras y subirlas al blog. Le haríamos saber al profesor que hicimos la
tarea si enviándole nuestro dominio vía Twitter.
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