Clase del 6 y 11 de abril
Un autor es quien crea una obra. Son los compositores, programadores, escultores, dibujantes, conferencistas y todo aquel que sea productor de algo. Es necesario que toda idea quede plasmada en algo físico y que quede registrado, como en un álbum, un libro, un software, etc. Si no se materializa no se podrán reclamar derechos de autor. El problema en Colombia es que así se registre la autoría, las personas no tienen ningún problema con apropiarse de cualquier imagen, canción y película. Esto es tan común que a los mismos colombianos nos hace gracia lo descarados que somos. Solemos decir que es otra de las colombianadas.
En la clase dijimos que utilizar el trabajo de alguien más para ganar dinero es condenable por plagio. Al utilizar las canciones de diferentes artistas, un DJ debe pedir permiso para modificarlas y darles play, pasa lo mismo con el dueño de un bar o una discoteca. A pesar de que uno lo concibe como un detalle insignificante, ambos están ganando dinero porque hace parte del ambiente que incita a la gente a entrar, comprar y pasar un rato allí. Su ganancia se basa en parte por la música utilizada. Muy loco, ¿no? Nunca se me había ocurrido y parece bobo a penas uno lo escucha pero, la verdad, tiene sentido.
Muchas personas no saben esto y eso es grave. Piensen: ¿cuántos chuzos cerca a la universidad pagan por poner su música? Yo dudo que lo hagan. Sobre todo porque este es el país del plagio. Cuando uno va por la calle siempre hay una peluquería con la cara de un gringo famoso y estoy segura de que el pobre (1) no tiene idea de que su imagen está un barrio recóndito de Colombia y (2) no autorizó aparecer ahí. Hay restaurantes que ponen la cara de Mario Bros y otros dibujos animados. A veces se les puede llamar precavidos porque, para que no los denuncien, le adicionan una letra y le ponen un gorro de cocinero. Qué descaro. Es importante que la gente sepa de esto, ¿saben si en donde Cris pagan por la música? Pobre Cris, qué tal que le cierren el negocio justo cuando iba ganando la competencia con La Meca.
El plagio es como las hermanas Kardashian. Está por todos lados, es seductor y en tu inocencia eres vulnerable a ser contagiado por su fiebre. Generalmente piensas que lo que encuentras por ahí o lo que se te ocurre es original pero caes en la desilusión porque todo ya había sido pensado y hecho por alguien más. ¿No es esto obvio, ya que somos demasiadas personas con una misma naturaleza habitando el planeta? No, el ser humano está convencido de que es auténtico y esto no está mal, solo que a veces podemos ser muy ingenuos. Resulta difícil pensar que hay alguien en Polonia que puede estar pensando lo mismo que yo. Estos son algunas de las razones por las que ocurre el plagio inconsciente.
El plagio consciente se materializa en la piratería. De nuevo, se venden millones de películas ilegalmente. De verdad me pongo a pensar y me pregunto muy seriamente, ¿qué sería de Colombia sin las películas piratas? En serio. Bueno, ya hoy en día tenemos acceso a Netflix, más programas de televisión e internet, pero antes, en mi infancia yo vivía y respiraba por las películas piratas. Yo me acuerdo que habían tardes en las que, después del colegio, venía un señor a mi casa con unas bolsas negras de plástico. Adentro traía montones de películas. Suena bobo pero eso para mí era el paraíso. Tenía alrededor de 6 años y a penas llegaba él yo salía corriendo a ver todo lo que podíamos comprarle. Le podía encargar lo que quisiera, yo era feliz.
No es un mentira que las películas piratas son un súper negocio en Colombia, por eso insisto en que nuestro país no sería el mismo sin ellas. Entiendo por qué la piratería en esta modalidad es ilegal, pero a veces resulta mucho más fácil. Una vez ya ha evolucionado y durado tantos años, es difícil erradicarla y pensar mal de ella. Aun más cuando yo crecí con la piratería tan normalizada e interiorizada. Así como tengo recuerdos del señor que venía a mi casa a venderme películas, tengo recuerdos gloriosos sobre BlockBuster. Te tocaba arrastrar la puerta con mucha fuerza para poder entrar al local y automáticamente después sentías el cambio de temperatura: abundaba el aire acondicionado. El piso estaba forrado en tapete, arriba habían televisores reproduciendo algunas películas y al lado de las cajas permanecían todos los dulces y palomitas que quisieras. Era el paraíso del señor de las bolsas negras en otra forma. Me acuerdo del sentimiento cuando uno veía en el estante la película que quería pero detrás no había ninguna para rentar. Era horrible. Lo mejor era pasar la semana con ellas en tu casa, sabiendo que podías verlas y repetirlas cuando quisieras. Devolverlas era la parte más triste de la historia. Rentar también era toda una experiencia igual de buena.
Muchas veces el plagio ocurre porque da pereza estar referenciando a todo el mundo todo el tiempo. Pero si se ponen a pensar, es muy maluco que alguien gane dinero por una idea que era tuya. Hace poco casi me pasa y luego de esta clase me sentí mal. Cada tres meses tengo cita con mi nutricionista, muchas veces le pido consejos sobre algunas recetas que pueda hacer en mi casa y que sean saludables. En medio de la conversación me sugirió seguir en Instagram a una de sus pacientes porque ella publicaba diferentes recetas que iban muy de la mano con las recomendaciones de la doctora. Y yo dije ¡WOW! Luego me di cuenta de que, curiosa e inconscientemente ya la seguía, y la comencé a stalkear.
Todo me parecía chévere y relativamente fácil. Lo que me fascinó más fue el hecho de que era una paciente de mi nutricionista, lo que implicaba que sus porciones y medidas estarían muy relacionadas con mi plan de comida. Hice mil pantallazos de todas las recetas que me gustaban, compré algunos ingredientes y aún tengo pendiente poner todo en práctica. Aun así, mientras hacía todo esto pensaba: “si yo hago estas galletas saludables, la gente me las compraría, seguro que me iría bien”. Claro, uno siempre pensando en el dinero. Como yo vendo chocolates, es algo que tengo en mi mente constantemente: debo reinventarme, encontrar lo que más le guste a la gente, conseguir la mejor calidad de los ingredientes, etc.
El caso es que luego de pensar esto, inmediatamente se me vino a la cabeza qué pasaría si la otra paciente se entera de que gano dinero haciendo sus galletas saludables. La verdad es que ella, al parecer, hace todo de acuerdo con su creatividad, todo es trabajo suyo y está destinado a ayudar a la gente que la sigue de forma individual. Estoy segura de que ella no lo hace para que otros se beneficien monetariamente. Pensé que sería maluco para ella saberlo y que no estaría del todo bien. Pero, ¿cómo se iba a enterar? Bueno, fue solo una idea, y tampoco tengo tiempo de hornear galletas. Lo importante aquí es que tuve el impulso de hacer plagio y violar los derechos de autor y eso me dio miedo.
A veces pensamos en cosas que podrían hacer un daño a una sola persona y solo por eso justificamos que no está del todo mal. De hecho, la niña que cocina ya tiene otra cuenta de Instagram vendiendo su granola, eso quiere decir que ella ya había pensado lo mismo que yo y, definitivamente, ya lo está haciendo. ¿Ven cómo las ideas se repitan tan fácilmente?
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